Me parece muy interesante la concepción de los trabajadores que hace Thomas O. Davenport en su libro “Capital humano”; ya no como “el activo más importante de las empresas”, sino como inversores de capital humano.
Según Davenport, “los trabajadores son activos” se ha convertido en la metáfora dominante de los directivos de finales del siglo XX. Sin embargo, muy pocos lo consideran así.
En un estudio realizado a 300 ejecutivos de alto rango, el 90% afirmaba que los empleados eran la variable más importante en el éxito de sus empresas. No obstante, calificaron cuestiones específicas relacionadas con el personal muy por debajo de otras prioridades empresariales.
Esto significa que existe en la mayoría de los empresarios entrevistados un divorcio entre lo que se dice y lo que se hace en relación a sus recursos humanos. De ahí desprendemos la incertidumbre de la masa laboral para con su situación.
Es por esto que urge, en palabras de Davenport, llevar esta metáfora a un nuevo nivel; en donde concibamos al empleado como propietario e inversor de capital humano.
“Los empleados, no las organizaciones, son los propietarios de tal capital humano y son ellos, y no las organizaciones, quienes deciden cuándo, cómo y dónde realizarán su aportación”, indica el autor.
Así como un inversor de capital financiero, el trabajador es quien decide.
Según Davenport, “los trabajadores son activos” se ha convertido en la metáfora dominante de los directivos de finales del siglo XX. Sin embargo, muy pocos lo consideran así.
En un estudio realizado a 300 ejecutivos de alto rango, el 90% afirmaba que los empleados eran la variable más importante en el éxito de sus empresas. No obstante, calificaron cuestiones específicas relacionadas con el personal muy por debajo de otras prioridades empresariales.
Esto significa que existe en la mayoría de los empresarios entrevistados un divorcio entre lo que se dice y lo que se hace en relación a sus recursos humanos. De ahí desprendemos la incertidumbre de la masa laboral para con su situación.
Es por esto que urge, en palabras de Davenport, llevar esta metáfora a un nuevo nivel; en donde concibamos al empleado como propietario e inversor de capital humano.
“Los empleados, no las organizaciones, son los propietarios de tal capital humano y son ellos, y no las organizaciones, quienes deciden cuándo, cómo y dónde realizarán su aportación”, indica el autor.
Así como un inversor de capital financiero, el trabajador es quien decide.
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